El liderazgo requiere de conductas y
actitudes bien determinadas que muchos no poseen. Cuando alguien se convierte en líder, todo
cambia. Antes de llegar a serlo, nuestro éxito depende del desarrollo personal;
cuando ya lo somos, el éxito consiste en conseguir el desarrollo de los demás.
Para Jack Welch, Ex CEO de General Electric, apoyado en su prolongada
experiencia como líder, existen ocho reglas para ejercer el liderazgo:
1. Los líderes consiguen que su equipo
mejore continuamente, aprovechan cualquier encuentro para:
- Evaluar, Asegurarse de que las personas adecuadas están en los puestos que merecen, apoyándolas y haciéndolas avanzar y, por otra parte, apartando a aquellas que no dan la talla.
- Coaching, Guiar, criticar y ayudar para que las personas mejoren su rendimiento diario.
- Fomentar la autoestima, mediante el ánimo, el apoyo y el reconocimiento. La autoestima es una fuente de energía y proporciona a los empleados el valor de sobrepasar sus límites, asumir riesgos y lograr sus sueños. Es el combustible de los equipos triunfadores.
2. Los líderes no sólo se aseguran de que
el personal entienda la visión de la empresa, sino de que la viva y la respire.
La visión empresarial es un elemento esencial del trabajo del líder; pero una
visión no vale ni el papel en que está impresa si no se comunica constantemente
y se refuerza con recompensas. Sólo entonces saltará del papel y cobrará vida.
3. Los líderes se meten en la piel de su
personal e irradian energía positiva y optimismo. El estado del líder es, a
falta de una palabra mejor, contagioso. La dinámica es bien conocida: el jefe
optimista que siempre muestra un talante positivo suele acabar dirigiendo un
equipo o una organización compuestos de gente optimista con un talante
positivo. Una persona desabrida y pesimista acabará con un grupo infeliz todo
para él. Y los grupos infelices lo tienen crudo para triunfar. Obviamente, en
ocasiones hay buenos motivos para el desánimo.
La economía va mal, la competencia es brutal… De hecho, las razones son
muchas y el trabajo puede hacerse muy difícil. Sin embargo, es responsabilidad
del líder frenar la tendencia gravitatoria al negativismo. No a endulzar los desafíos
a los que se enfrenta el equipo, sino a mostrar una actitud enérgica y
resolutiva respecto a como superarlos.
4. Establecen la confianza mediante la
sinceridad, la transparencia y el honor. El personal siempre debe saber dónde
se encuentra en términos de rendimiento. Debe saber cómo va el negocio. Es
necesario combatir el impulso de maquillar o endulzar los mensajes difíciles, o
se pagará con la pérdida de confianza y energía del equipo. Los líderes también
establecen la confianza dando reconocimiento a quien lo merece. Nunca se
aprovechan de su personal, robándoles una idea y haciéndola pasar por propia.
No interpretan el doble juego de ser amables con sus superiores y tratar mal a
sus subordinados, porque son lo bastante seguros y maduros para saber que el
éxito de su equipo les dará reconocimiento, y más a corto que a largo plazo.
5. Tienen valor para tomar decisiones
impopulares y confían en su instinto. Es evidente que las decisiones difíciles
engendran quejas y resistencia. El trabajo del líder es escuchar y explicarse
con claridad, pero seguir adelante. No debe extenderse en explicaciones ni
intentar persuadir con lisonjas. No se es líder para ganar concursos de
popularidad, sino para dirigir. No es necesario hacer campaña, ya han sido
elegidos.
6. Lo cuestionan todo insistentemente, con
una curiosidad que raya en el escepticismo, para asegurarse de que se responde
a sus preguntas con acciones. Cuando se es un colaborador individual, hay que
tener todas las respuestas. Ése es su trabajo: Ser un experto, el mejor en su
campo, quizás incluso la persona más inteligente de la sala.
El trabajo del líder es tener todas las
preguntas, debe sentirse increíblemente cómodo pareciendo la persona más estúpida
de la reunión. Toda conversación que mantenga sobre una decisión, una
propuesta, una información de mercado, debe estar saturada de preguntas
similares a: “¿Y sí..?; “¿Por qué no?” o “¿Cómo?”.
7. Los líderes inspiran, con su ejemplo, la
toma de decisiones arriesgadas y el aprendizaje contínuo. Considérese la toma
de riesgos. El líder puede crear una cultura que la acoja admitiendo los
propios errores y hablando de lo que ha aprendiendo de ellos. No es necesario
sermonear o adoptar un tono sombrío cuando se habla de los propios errores. En
realidad, cuanto más sentido del humor se ponga al hablar de ellos, más
entenderán las personas que las equivocaciones no son fatales. También el líder
necesita aprender. Ser el jefe no implica ser la fuente de todo conocimiento.
8. Por último, un líder siempre celebra los
triunfos. La celebración hace que el personal se sienta triunfador y crea una
atmósfera de reconocimiento y energía positiva. El trabajo es una parte
demasiado importante de la vida para no reconocer los momentos de éxito. Hay
que atrapar tantos como se pueda y subrayar su importancia. Si el líder no lo
hace, nadie lo hará.
El liderazgo es un desafío en el que se
entrelazan equilibrios, responsabilidades y presión. Existen diferentes tipos
de líderes: unos son tímidos, otros pedantes, analíticos o impulsivos, severos
o protectores con el equipo. Sin embargo, los mejores entre ellos son aquellos
que mantienen un interés apasionado por su grupo, su desarrollo y sus
conquistas. Son personas que se sienten bien consigo mismas: realistas,
sinceras, íntegras, optimistas y humanas.
Fuente: Winning - Jack Welch
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