Aunque el arquetipo del individuo innovador es, para muchos, una especie de artista solitario, la realidad indica que las empresas innovadoras combinan y administran los aportes de cientos, e incluso miles, de personas. Sin embargo, las organizaciones orientadas a maximizar el desempeño suelen enfrentar serios obstáculos a la hora de poner en práctica la capacidad de creación. Los gerentes se ajustan a los modelos mentales vigentes en la industria y restringen su aptitud para el “pensamiento imposible”, que equivale a reconocer las oportunidades, actuar frente a ellas y responder a las amenazas. Para superar estas limitaciones, cada vez más líderes de negocios cultivan tácticas de improvisación – la capacidad de modificar el rumbo de inmediato -, razón por la cual incursionan en el jazz y el teatro para aprender a aplicarla en sus compañías. Para ser innovadores, los gerentes, al igual que los músicos, tienen que saber interpretar indicios vagos, enfrentar tareas desestructuradas, procesar conocimientos incompletos y, aun en condiciones inciertas, tomar medidas y pasar a la acción.
Las empresas innovadoras cultivan la curiosidad, ponen a prueba los modelos mentales y se comprometen con la experimentación.
El arte de la improvisación
Algunos gerentes senior consideran que la improvisación es un signo de fracaso organizacional; aseguran que los planes formales y los sistemas rigurosamente controlados la vuelven innecesaria. Sin embargo, es frecuente en el ambiente de los negocios, especialmente en las organizaciones que alientan la innovación. En ese tipo de cultura, las personas saben que pueden asumir riesgos, y que los demás apoyaran sus iniciativas, aunque sean improvisadas.
En un artículo publicado en la revista The Conference Board, el escritor y periodista Son Hurqitz sostiene que, si bien la improvisación implica espontaneidad, no debe convertirse en un proceso arbitrario, en el cual todo vale. Es necesario enseñarla y aprenderla. Personas con amplia experiencia en el tema proponen un método de aprendizaje estructurado, con reglas claras y un compromiso de largo plazo. Entre elementos comunes de programas más eficaces se cuentan las técnicas para:
1.- Vivir el momento: absolutamente concentrado, el improvisador no se distrae con sucesos pasados o futuros, y permanece alerta a lo que le rodea.
2.- Mantener una actitud positiva: los improvisadores eficaces jamás dicen “no”, y tampoco preguntan “por qué”: se mantienen positivos, “aceptando la oferta” con generosidad, para después trabajar a partir de ella. Practican el método que denominan “sí, y además…”
3.- Escuchar en forma activa: no sólo lo que se dice sino también lo que se calla.
4.- Asumir riesgos: puesto que la posibilidad del fracaso es inherente a cualquier organización que valora la improvisación.
Mejores Prácticas
En una nota publicada en la revista Knowledge Wharton, Yoram Wind, profesor de marketing en la Escuela de Negocios Wharton, sostiene que la creatividad puede cultivarse mediante sistemas, ambientes, procesos y, sobre todo, con una gestión efectiva. Esta es la base del éxito de compañías como IdeaLab, Idea Factory e Ideo, en las que todos gozan de la libertad necesaria para pensar. Wind asegura que, si bien es imposible imponer la creatividad, hay medidas para estimularla. Wind sugiere lo siguiente:
1. Acepte el fracaso: Una buena lección la ofrece el genetista Jim Wilson, que también es alpinista: tanto como el montañismo como en un proyecto creativo de laboratorio hay puntos en los que el temor “paraliza”. Un líder puede ayudar a su personal a transponer esos puntos siendo tolerante con los fracasos. Y aconseja establecer alicientes que reduzcan la aversión al riesgo, además de promover el aprendizaje a partir del fracaso.
2. Tenga en cuenta las motivaciones reales: Aunque, en general, los empleados se sienten motivados por algo más que el dinero, esto es especialmente cierto en el caso de los creativos. Según Wind, las empresas deben diseñar incentivos que exploten la motivación artística y no olvidar lo que señala Wilson: “Lo que entusiasma a la gente en el laboratorio es llegar a un descubrimiento revolucionario. Es una sensación increíble. Los científicos se alimentan con ese tipo de éxito, no con más días de vacaciones ni con grandes precios monetarios”.
3. Instaure procesos para transponer los silos: Aunque los silos suelen ser inevitables, las organizaciones pueden crear estructuras, procesos e incentivos que permitan superarlos. Entre otras estrategias, Wind aconseja la formación de equipos interdisciplinarios para encarar proyectos específicos y la rotación de tareas en diferentes sectores de la empresa que animan a los gerentes a pensar más allá de las fronteras de las finanzas, el marketing u otras funciones.
4. Aliente una cultura de Creatividad: La cultura organizacional se define en la jerarquía superior, y desde allí se difunde a todos los niveles. Según el profesor de Wharton, las empresas creativas exitosas forjan una cultura que está en “permanente agitación”, y valoran las oportunidades y los límites que este ambiente crea.
5. Demuestre compromiso: Estimular la capacidad de creación de la gente demanda dinero y tiempo. Wind da el ejemplo de Microsoft, que se comprometió con la investigación básica en ciencias de la computación contratando a más de 700 investigadores y creando el equivalente corporativo de un gran departamento universitario que representa un tercio de las publicaciones académicas en este campo. “Esto significa una enorme inversión y su retorno suele ser incierto, pero muchas de las grandes ideas se desarrollaron así”, concluye Wind.
Fuente: Seminario de Management HSM – Chris Anderson
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